miércoles, 23 de octubre de 2019

Intestino y cerebro - 2


Hoy me centraré más en cómo la buena salud digestiva puede afectar a la salud cerebral y cómo una buena flora intestinal puede mejorar ciertas enfermedades neurológicas o psiquiátricas. El tema es apasionante y ya hace bastantes años que se está investigando. ¿Puede ser que la toma de probióticos adecuados mejores enfermedades como el Parkinson, el Alzheimer, la esquizofrenia o la epilepsia? Se han hecho algunos estudios con pacientes humanos y los resultados parecen prometedores.



Una triple conexión


Según los expertos, la conexión cerebro-intestino se da por tres vías. Intentaré explicarlo de manera fácil y amena, apta para los que no estamos familiarizados con la jerga científica.
Estos tres caminos o vías de conexión cerebro-intestino son:

1.    El nervio vago. Este nervio es el responsable de activar todo el sistema digestivo. Digerir la comida, como respirar, o sudar, es algo que nuestro cuerpo hace por sí mismo, sin que tengamos que darle órdenes. No depende de nuestra voluntad, pero, al igual que otros procesos del cuerpo, está regulado por el cerebro.

2.    La circulación. A través de la sangre se comunican todos los órganos del cuerpo. Los neurotransmisores, las hormonas y los ácidos grasos que produce el intestino llegan al cerebro, y al revés: los neurotransmisores y las hormonas que produce el cerebro alcanzan el intestino.

3.    El sistema inmune, o las defensas de nuestro organismo. La salud intestinal afecta al sistema inmune. Las bacterias del intestino reaccionan ante ciertas sustancias, produciendo lo que se llaman citoquinas inflamatorias. Estas citoquinas pueden alcanzar el cerebro y alterar la función neuronal. Pero las bacterias intestinales también pueden producir citoquinas antiinflamatorias, que ayudan a la renovación de las neuronas cerebrales.



En resumen, vemos que la salud intestinal puede afectar al cerebro. Pero también la salud cerebral puede afectar al intestino, produciendo ciertas hormonas que alteran su funcionamiento.

Hoy nos centraremos en el camino 2: la circulación. Vamos a ver brevemente qué sustancias circulan por nuestra sangre y pueden mejorar o empeorar nuestra salud intestinal y cerebral.

Hay dos tipos de sustancias que nos interesan aquí: las hormonas y los ácidos grasos de cadena corta.



Hormonas felices


Las bacterias intestinales producen sustancias que pueden llegar al cerebro, como el triptófano. Este regula la producción de serotonina, la hormona que regula el humor ―se la llama la hormona de la felicidad―.

La microbiota intestinal sana también promueve la producción de dopamina, otra hormona que regula los movimientos del cuerpo y las emociones. Su deficiencia es típica en la enfermedad de Parkinson.

Otra hormona influida por el intestino es la llamada GABA: la hormona de la serenidad y la calma, regula las emociones y la ansiedad. Una buena flora intestinal segrega sustancias que son precursoras de esta hormona.

En conclusión, podemos decir que mantener nuestra flora intestinal sana nos va a dar más tranquilidad, claridad mental, calma y alegría. ¡Los estudios científicos lo están comprobando!


Ácidos beneficiosos


No son los que comemos, sino los que producen nuestras bacterias intestinales a partir de ¡la fibra! Por eso es tan importante tomar muchos alimentos ricos en fibra. Nosotros no la digerimos, pero nuestras bacterias sí, y a partir de su digestión segregan estos maravillosos ácidos grasos de cadena corta que, en su justa medida, son medicinas para nuestro cuerpo. Veámoslos.

Se llaman propionato, butirato y acetato. Forman partículas diminutas que corren por la sangre y pueden llegar al cerebro, atravesando la barrera de protección (hematoencefálica). Allí, estos ácidos regulan los niveles de GABA, de glutamina y otras sustancias importantes para mantener una buena salud cerebral. Además, el propionato contribuye a regular la presión arterial. El butirato alimenta y regenera las células del colon, reduciendo la inflamación, por lo que algunos médicos están estudiando su uso para prevenir o tratar el cáncer de colon.



Unos poquitos consejos


Para finalizar, ¿qué hacer para que esta vía cerebro-intestino esté bien despejada y con una circulación óptima?

Además de seguir los consejos que di en la otra entrada, si queréis producir buenas hormonas y buenos ácidos grasos, protectores de vuestra salud mental y emocional, un mimo para el cerebro, lo mejor que podéis hacer es...

1.    Tomar mucha fibra: verduras, frutas, legumbres y cereales integrales. Buscad los que os sienten mejor, bien cocinados si conviene, y tomadlos a gusto y en cantidad.

2.    Cuidar la salud de la flora intestinal. Si tenéis disbiosis, buscad un buen probiótico con consejo médico.

3.    Evitad todo lo que irrite el intestino: fármacos, antibióticos, lácteos, azúcares, alcohol y harinas blancas. La carne también es inflamatoria por un motivo: todos los animales de granja reciben gran cantidad de antibióticos en su crianza. Estos pasan a su sangre, a su carne y a su grasa, y nosotros nos lo tragamos tan felizmente. De modo que, si sois carnívoros, ¡cuanta más moderación, mejor!

En la próxima entrada, hablaremos del nervio vago.

viernes, 4 de octubre de 2019

Cómo cuidar tu cerebro... ¡cuidando tu intestino!


El cerebro y el intestino están íntimamente conectados. Desde hace unos años el eje cerebro-intestino está de moda: está de moda: se comenta en radio, televisión, por Internet, y se han publicado unos cuantos libros divulgativos, como Inteligencia Digestiva, de Irina Matveikova, o La digestión es la cuestión, de Giulia Enders, que hablan extensamente del tema. 

¿Es realmente el intestino nuestro segundo cerebro?


Quizás sea exagerado, como afirman algunos autores, decir que el intestino es nuestro segundo cerebro. En este blog tan interesante desmitifican el tema y explican muy bien las diferencias. Sin embargo, toda esta corriente tiene un fundamento: y es que los descubrimientos científicos, desde hace más de dos décadas, revelan cada día nuevos datos sobre la sorprendente relación entre nuestro cerebro y nuestras entrañas.

Por eso podemos decir que el viejo refrán: de la panza sale la danza, tiene una base científica, y quizás no sea exagerado afirmar que nuestra felicidad y bienestar psicológico dependen, en parte, de la salud de nuestro intestino. Es decir, de nuestras digestiones.

Pero también es cierto lo contrario: si nuestro cerebro está en buen estado, tendremos mejores digestiones. Un traumatismo o fallo cerebral puede desequilibrar nuestro sistema digestivo y provocarnos trastornos intestinales.




La salud de tu intestino afecta a tu cerebro


Veamos un dato: la serotonina, que es el llamado neurotransmisor de la felicidad, no sólo se produce en el cerebro. Hasta un 80 % de la serotonina se produce ¡en el intestino grueso! Según explica la investigadora Elaine Hsiao, de la Universidad de California, que está investigando este tema, la producción de serotonina depende de la población bacteriana que haya en el colon. Por tanto, una flora intestinal sana favorecerá la producción adecuada de serotonina.

Otro dato: si se produce inflamación intestinal o intestino permeable, una parte de la materia que no se puede digerir pasará a la sangre, provocando una respuesta inmune en el cuerpo. Cuando el sistema inmune está alerta, se da una inflamación general en el cuerpo ―lo que podríamos llamar “estado de emergencia”―. Y esta inflamación, cuando se hace crónica, también puede afectar al cerebro.

Por desgracia, muchas personas sufren disbiosis en el colon e inflamación intestinal crónica. Yo la he padecido, durante años. Además de las molestias digestivas que esto supone, estamos maltratando a nuestro cerebro y provocando que se deteriore antes de tiempo. ¡Y eso es lo que no queremos!

¿Cómo saber si tu cerebro está sufriendo? 


Quizás no demos tanta importancia a las digestiones. Al final, hasta nos acostumbramos a sufrir del estómago o de la tripa. Pero lo que sí nos preocupa más es tener daños en el cerebro. Podemos sufrir años de molestias digestivas, pero a nadie le gusta perder la memoria, vivir en una constante bruma mental o caer en una depresión.

¿Sabéis algo curioso? El cerebro no duele. Podemos sentir dolor de tripa, dolor en una pierna, dolor de espalda, de riñones o de huesos. Incluso podemos tener dolor “de cabeza”. Pero el cerebro, en sí, no duele. Si nos dolieran los sesos, no soportaríamos el dolor.

Sin embargo, el cerebro sufre. Y esto se refleja en otro tipo de dolores o malestar en otras partes del cuerpo. Estos son algunos síntomas de sufrimiento cerebral que quizás ignoramos: migraña, irritaciones de la piel, problemas intestinales, cambios emocionales bruscos y sin motivo aparente, somnolencia, fatiga…

Si queremos cuidar nuestro cerebro, hemos de cuidar nuestro intestino. Y más su tenemos una delicada salud digestiva.

¿Qué hacer? El doctor Datis Kharrazian, investigador en neurología funcional que ha estudiado a fondo este tema, da algunos consejos en su libro Por qué mi cerebro no funciona. Son consejos que van a mejorar mucho nuestra salud y también nuestros problemas intestinales. Si los seguimos, vamos a “matar dos pájaros de un tiro”. Sus consejos se agrupan en dos: por un lado, evitar los riesgos y los daños ―intestinales y cerebrales―, y por otro, estimular el cerebro con buenos hábitos ―que también mejorarán tu digestión―.

5 cosas que debes evitar para no dañar tu cerebro


1 Sugar!


Los azúcares y carbohidratos refinados (harinas, fructosa, sacarosa, arroz blanco, todos los dulces y bollería, y la pasta italiana que no sea integral). Es cierto que el cerebro necesita glucosa, pero a un ritmo constante y no de golpe. Un exceso de azúcar en sangre dispara nuestra insulina para evitar la toxicidad. La insulina frena la absorción de azúcar en las células y, si hay chutes de azúcar continuos, el efecto puede ser el contrario: los desequilibrios de insulina pueden causar que el cerebro, al final, se vea privado de los nutrientes que necesita.

Estos colorines... ¡no!

2 Grasitas


Grasas: todas, tanto margarinas como mantecas, incluso aceites, refinados y vírgenes, sobre todo si son fritos o calentados. El único aceite recomendable es el de oliva virgen, prensado en frío, crudo y no más de una cucharada al día. Otras grasas buenas son las que están presentes de forma natural en las plantas: frutos secos, aguacate, semillas.


Alcohol y fritos... ¡ay!!!

3 Copas


Alcohol: es una bomba destructiva para tu cerebro ―y para tu intestino también―. Si los azúcares refinados desequilibran tu sistema, el alcohol lo hace a ritmo acelerado. Irrita el tracto digestivo, inflama el hígado, altera las conexiones neuronales... Unos cuantos vasitos hacen algo más que animarte. ¡Son una guerra en tu organismo!


4 Lácteos


La leche y sus derivados: provocan respuestas autoinmunes ―sólo un 30 % de adultos están adaptados a digerir leche― y esto deteriora las neuronas. En el intestino, ya hablé en otra entrada del efecto que producen los lácteos.

Tele y comida basura: una combinación letal para el cerebro... y el intestino.

5 Sofá y mando


Nada de sedentarismo, horas y horas de tele y sofá. ¡Muévete! Para tu intestino también es necesario. Recuerdo que, recién operada de mi brida intestinal, en el hospital, los médicos me dijeron que caminara pasillo arriba y abajo, cada día un buen rato. ¡Me lo prescribieron desde el primer día!

9 buenos hábitos para estimular tu cerebro y hacer feliz a tu intestino

1 ¡Muévete!


Haz ejercicio físico, el que te guste. Sería ideal que sudaras (no de calor, sino por movimiento) al menos una vez al día. Si no puedes hacer otra cosa, camina con brío una hora cada día. El ejercicio, además de oxigenar el cerebro, estimula el apetito, y para una buena digestión es estupendo comer con hambre. En una entrevista, el doctor Kharrazian comentó que, si él fuera diagnosticado con cualquier tipo de deterioro cognitivo o daño cerebral, la primera medida que tomaría es iniciar un programa de ejercicio físico a diario.


2 Ejercita tu mente


Haz ejercicio mental: aprende algo nuevo cada día. Lee, conversa con otros, escucha, ejercita tu curiosidad. Si te gusta, haz sudokus, crucigramas u otros juegos de memoria y agilidad mental. La página Lumosity ofrece muchos programas y ejercicios, y hay otras similares. Pero no te enredes con esto si ya tienes otros estímulos mentales que te satisfagan. Estudiar idiomas o tocar algún instrumento musical, por ejemplo, es magnífico para mantener el cerebro en forma.


3 Combate el estrés


Adiós, estrés. Haz lo que sea, pero traza una estrategia para combatir el estrés crónico. Cambia lo que sea necesario en tu horario, tu vida, tu trabajo… o tu manera de plantearte y aceptar las cosas. Cuida (y revisa) tus relaciones con los demás. El estrés, ya lo sabemos, interrumpe el proceso digestivo y es un castigo para tu cerebro.


4 Adiós a los pensamientos negativos


Cultiva emociones positivas y sanas. No pases horas dándole vueltas a los miedos, resentimientos, ofensas que has recibido, añoranzas o culpas. Intenta resolver todo esto y pide ayuda si la necesitas. Habla con un familiar, un buen amigo o un consejero. Desahógate escribiendo, cantando, yendo a correr o haciendo cualquier cosa creativa. Las emociones negativas son como el estrés, “rayan” el cerebro y nos amargan la vida. Tampoco son buenos tónicos digestivos. ¿Recordáis la expresión “tener mala bilis”?

5 Alimentos vivos


Come alimentos naturales e integrales (o sea, todo lo que crece de la tierra o se mueve, “bichos y plantas”, priorizando las plantas). Olvídate de los procesados (todo lo envasado, embotellado, enlatado o precintado, y lo que lleva en sus etiquetas un montón de ingredientes impronunciables).

6 Los buenos azúcares


Dale glucosa al cerebro, pero no a base de azúcar, zumos, chocolate o bollería. Dale frutas y verduras, legumbres, cereales integrales, patatas, frutos secos… Estos sí son buenos alimentos para tu cabeza, y llenos de fibra que mejorará la flora intestinal.

Estos colores... ¡sí!

7 Micronutrientes


Mira tus vitaminas. Hazte un buen análisis de sangre, completo, mirando niveles de vitaminas B12, D, ácido fólico y minerales (hierro, zinc, magnesio). Si tienes carencias, resuélvelas con algún suplemento de calidad, en su dosis justa. Consulta a un médico de confianza.

8 Los Omegas


Hazte algún análisis específico para comprobar tu perfil de ácidos grasos; en otras palabras, cómo estás de ácidos omega 3, 6 y 9. Dadas nuestras condiciones de vida y la alimentación occidental, tan refinada y procesada, es muy probable que estés bajo de omega 3 y demasiado alto de los otros dos, 6 y 9 (debido a los aceites y grasas saturadas). Este desequilibrio no es nada bueno, ni para el cerebro ni para la salud cardiovascular. Si es tu caso, puede ser recomendable tomar algún suplemento de omega 3. Si no sabes muy bien cómo, en este enlace te explican genial cómo elegir un buen omega 3. De nuevo, hazlo con orientación médica y no compres el primer bote de perlas con omega 3 que encuentres. La calidad y la dosis son importantes. Un mal suplemento puede perjudicarte más.


9 Probióticos (las buenas bacterias)


Por último, si tienes disbiosis intestinal, toma un buen probiótico. En la página de Salud Nutrición y Bienestar nos aconsejan muy bien cómo elegir uno de calidad y efectivo. Si sufres problemas de gases, hinchazón, malestar después de comer, estreñimiento o colitis, casi seguro que tienes la flora desequilibrada, y el probiótico adecuado te ayudará mucho. Recuerda: un buen microbioma intestinal es un protector de tu cerebro.

jueves, 19 de septiembre de 2019

Buenas digestiones de viaje


Una preocupación para las personas que tenemos estómagos delicados son los viajes. Cambiar de ambiente, de ritmo y de menú puede ser un trastorno para las digestiones. Unas vacaciones estupendas pueden verse amargadas por una indigestión. ¿Cómo evitarlo?

Tras años de prueba y error, de disfrutar y de sufrir, he llegado a un punto en el que puedo viajar, al menos a lugares cercanos (dentro del país, o en Europa), sin que la digestión sea un gran problema. ¿Qué hago? No digo que esto sirva para todo el mundo, pero para mí ha dado un resultado estupendo, así que lo comparto. Si vas de viaje o pasas unos días fuera de tu casa…

1.    No comas si no tienes hambre. Nada de picotear o comer a deshoras. Si te invitan, toma simplemente agua, una infusión o una bebida ligera (no alcohólica), nada sólido, y menos si son cosas fuertes, picantes, a las que no estás acostumbrado.

¡Ojo con los pica-pica! Tan tentadores... pequeñas bombas.


2.    Procura seguir un horario de comidas regular, sobre todo si estás en hotel, albergue rural o a pensión completa.



3.    Elige tu menú siempre que puedas. O habla previamente con los cocineros allí a donde vayas, si es necesario, pidiendo lo que necesitas (yo lo hago y nunca me han puesto problemas). Come lo que sabes que te sienta bien, y no te atiborres nunca.

Elige tu menú, casi siempre podrás hacerlo.

4.    Evita las dos “P”: pan y postre. Sin ellos harás mejores digestiones, comas lo que comas.

No pongas un punto y final "amargo" a tu comida.


5.    Evita el vino y las bebidas dulces o alcohólicas. Los típicos refrescos, vermouts, cervecitas… Para el estómago son una patada y dificultarán tus digestiones.

6.    Camina y haz todo el ejercicio que puedas: excursiones, visitas, paseos, nadar en el mar o en la piscina… El ejercicio activará todo tu metabolismo, hará que quemes energía y tengas más apetito. Y ya sabes: si comes con hambre, mucho mejor te sentará todo.

¡Disfruta del ejercicio al aire libre! Comerás con más gusto.

7.    Lleva algún suplemento de ayuda por si lo necesitaras: probióticos para diarreas o estreñimientos, típicos cuando viajamos, y algún digestivo natural a base de enzimas y fibras como la inulina.



8.    Y por último, pon en práctica ese viejo refrán: la comida reposada, la cena paseada. Después de comer, y más en lugares muy calurosos, es bueno sentarse en el sofá, a la sombra, relajarse, leer o dormir una pequeña siesta (no más de media hora). Y después de cenar, un pequeño paseo bajo las estrellas es la mejor manera de “bajar” un poquito la cena y pasar una noche estupenda.  



Espero que estos consejos te sean útiles… ¡y que disfrutes de unas excelentes digestiones, también yendo de viaje!

viernes, 28 de junio de 2019

Día Mundial del Microbioma

Hay días internacionales para todo o casi todo… Pero lo que no sabía es que ¡también hay un Día Mundial del Microbioma! Es decir, un día para homenajear a esta increíble población de microbios que tenemos alojada en nuestro intestino, y en otras partes del cuerpo. ¡Un día dedicado a nuestros pequeños inquilinos!

Se ha hecho popular la expresión de que los humanos somos una «colonia de bacterias». Recuerdo cuatro datos que no dejan de impresionar:

  1. En el cuerpo tenemos unos 30 000 millones de células, pero más de 100 000 millones de microbios. ¡Es decir, que nos superan de largo! Aunque chiquitos, nos llevan ventaja.
  2. En nuestro intestino tenemos al menos 1000 tipos diferentes de bacterias y otros organismos (hongos, protozoos, arqueas, incluso virus). Cada especie tiene su ADN diferente, y cada una desarrolla su actividad. Nuestra vida no sería lo mismo sin ellas.
  3. No sólo hay microbiota en el intestino: tenemos colonias de microbios en la boca, en la nariz, en la vagina y el tracto urinario, en la piel y hasta en la conjuntiva del ojo. ¡Están por todas partes!
  4. Aunque esa población de bacterias y otros bichitos es impresionante, numerosa y variada, en el conjunto del cuerpo pesa alrededor de 1 kg.

Panorámica de nuestra microbiota intestinal: ¡una selva de lo más variopinta!

La vida, nos dicen los científicos, ha evolucionado a base de cooperación. Organismos muy simples se han asociado para formar otros más complejos. Así es como surgen las complejas células de los animales y las plantas. Cada vez parece más claro que sin las bacterias, los organismos grandes como los humanos jamás hubieran podido existir. Durante mucho tiempo hemos asociado la palabra bacteria a microbio dañino que provoca enfermedades, pero la verdad es que la mayoría de bacterias no nos hacen daño, y muchas son beneficiosas para nosotros. Sólo unas pocas son patógenas para el ser humano.

Como la microbioma intestinal tiene mucha relevancia para la digestión, en mi blog he dedicado varias entradas que quiero reseñar aquí, sobre este tema:

¿Qué son los probióticos? ¿Y los pre-bióticos? ¿Cuáles necesitamos, y cómo tomarlos?

Una bacteria para cada cosa: para qué nos pueden ayudar los diferentes tipos de probióticos que podemos encontrar en el mercado.

A la rica fibra: cómo llevar una dieta natural y rica con la suficiente fibra sin necesidad de laxantes y ayudas extra.

¿Qué hace la fibra en el colon? Descubramos la maravillosa farmacia que nuestras bacterias gestionan en el colon, y qué sustancias producen que contribuyen a nuestra salud.



¿Cómo elegir un buen probiótico? Desde Tener Salud nos aconsejan, y aquí resumo los cuatro puntos a tener en cuenta, ya que muchos suplementos que se venden son prácticamente ineficaces, y a menudo caros. ¡Dinero tirado! A la hora de comprar un probiótico, antes pide consejo médico o del farmacéutico, pero como a veces los consejos están un poco sesgados por intereses varios, podéis comentar con ellos estos criterios:

  1. Que haya variedad de cepas bacterianas, no una o dos, sino al menos cuatro o cinco diferentes.
  2. Que la cantidad de unidades sea superior a los 10 000 millones, mejor si pasa de 20 000 millones.
  3. Que la cápsula sea de asimilación retardada, es decir, que se pueda abrir en el intestino, no en el estómago (con lo cual se destruirían las bacterias antes de tiempo).
  4. Mejor en polvo a disolver en agua tibia (si no, en cápsulas).
  5. Acompañados de algún oligosacárido (fibra) para facilitar su asimilación.

Y mejor tomados en ayunas, con agua, a primera hora de la mañana. Dejad pasar al menos media hora antes de comer nada más, así irán directos al intestino y harán su función.



¿Cuáles tomo yo? He tomado varios, y los que mejor me han ido son los que me recetó el último médico al que fui para una revisión a fondo. No tengo ningún interés comercial ni me van a dar comisiones por mencionarlos, pero aquí los pongo por si os puede ser de interés. Ambos cumplen los puntos principales: suficiente variedad y cantidad de bacterias, protección frente a los ácidos estomacales y presencia de oligosacáridos para ayudar a su asimilación.

·        Probiotic Caps Forte de 100 % Natural.
·        Nuticeps de Nutilab.

Finalmente, mi consejillo. Comed bien, bebed suficiente agua y tomad mucha fibra natural, es decir, montones de buenos alimentos vegetales (los que os sienten bien). Pensad que fibra no es necesariamente comida áspera, dura y leñosa. La pectina es una fibra estupenda y de textura gelatinosa, presente en frutas como la manzana y el membrillo. Los almidones naturales (patata, arroz, avena) también contienen fibras suaves que facilitan el proceso digestivo. Por otro lado, tenemos los fermentados naturales (yogur, kéfir, chukrut y otros). Buscad los que os gusten y os sienten bien de verdad, y a por ellos. Son la mejor forma de tomar probióticos.

Si nuestra microbiota intestinal recibe el alimento adecuado se irá equilibrando por sí misma, aparte de la ayuda extra que le podamos dar tomando suplementos. ¡Mantengamos felices a nuestros queridos microbios! Y ellos también contribuirán a nuestro bienestar.

sábado, 1 de junio de 2019

Adictos al estrés


El estrés. ¡Se habla tanto de él! Parece que es la epidemia de nuestra civilización. Seguro que todos hemos oído y leído muchísimo sobre este tema, ¡quizás también lo hemos sufrido o lo estamos sufriendo! Así que quiero dejaros con unas pocas ideas sobre el estrés, de las que quizás no se habla tanto.

El estrés es natural


Ponerse tenso, a la defensiva o al ataque, es una reacción natural de nuestro cuerpo para sobrevivir. Cuando percibimos un peligro, nuestro cerebro ordena que las glándulas segreguen adrenalina y cortisol, dos hormonas que nos preparan para un gran esfuerzo físico. Esa reacción agudiza los cinco sentidos, tensa nuestros músculos, inyecta sangre a nuestras extremidades y frena los procesos involuntarios del cuerpo, como la digestión. Nos prepara para huir, atacar o quedarnos quietos como una roca. Es una reacción natural y necesaria. Si tenemos estrés, ¡es que estamos vivos!

Lo que no es tan natural es vivir estresados continuamente y por causas no reales. Las gacelas se estresan cuando un león las ataca… Echan a correr y cuando el peligro pasa, en dos minutos se relajan. ¿Cuántos leones nos atacan a nosotros, los humanos, cada día? ¿Cuántas catástrofes, accidentes o peligros reales nos acosan cada día? En el mejor de los casos, nunca los sufriremos. En el peor, unas pocas veces en la vida.

(Hago aquí una excepción: que estés conviviendo con alguien que te maltrata).

¿Cuántas veces nos persiguen como a esta gacela saltadora?

El problema casi siempre está en la mente


El problema está en la mente. No sólo nos sentimos atacados por una causa natural (algo rarísimo y poco frecuente) sino por mil cosas que disparan nuestra imaginación y nos hacen pensar o creer lo peor. Es nuestra psicología la que nos hace ver leones y tigres por todas partes. Por ejemplo: un jefe, un colega o vecino que no nos cae bien, la suegra, el cuñado, el médico o un profesor… Esa persona no es un dragón feroz, pero nuestra mente la etiqueta de “enemigo” y nuestro cuerpo reacciona de inmediato. Otras veces son situaciones: un examen, una entrevista, una visita o una prueba médica. Nadie nos va a torturar ni nos va a cortar la cabeza, pero sentimos que esa prueba es algo así como ir al matadero… como si nos jugáramos la vida. ¡Qué exagerada es nuestra querida mente!

¿Nos hemos parado a pensar más de cinco segundos si eso que nos causa estrés es realmente tan terrible? Salvo contadas excepciones, no.

Todo sale de la mente...

El estrés no es por mucho trabajo


Está muy difundida la idea de que el estrés es por exceso de trabajo y obligaciones, y eso no siempre es así. Claro que los excesos son malos y estresan: hasta comer demasiado, o beber, o ver demasiada tele nos puede estresar. Pero hay personas que hacen mil cosas, están ocupadísimas y aún tienen tiempo para hacer un voluntariado… y se las ve vibrantes, felices, positivas. ¿Tienen estrés? Si lo tienen, es un estrés “feliz” que no les amarga la vida. Más que estrés, yo lo llamaría vitalidad o animación. En cambio, otras personas que no tienen tanto trabajo, o incluso están en desempleo o jubiladas, viven en un permanente estado de tensión y agobio. ¿Qué ocurre?

Seguro que lo habéis observado en vosotros mismos. Cuando hacéis algo que os gusta, aunque os robe horas de sueño, ¡no os importa! Esto me sucedía a mí cuando empecé a escribir cada día. Mi jornada laboral era completa y terminaba tarde, de modo que sólo tenía tiempo para escribir de noche, quitándome horas de dormir. Nunca me estresó: al contrario, escribir me daba más energía y fuerza interior, porque era algo que me apasionaba. En cambio, cuando debía afrontar alguna tarea u obligación que no me gustaba, o que me generaba inseguridad y miedo, en seguida me ponía a mil por hora. ¿Os sucede algo parecido?

¡A veces nos encanta correr!

Pero a veces no queremos


El problema con el estrés es que puede llegar a ser una droga, ¡nos hacemos adictos a él! Sí, literalmente. Porque como todo es cuestión de química, nuestro cuerpo se acostumbra a esos chutes continuos de adrenalina y cortisol. ¿Por qué? Porque nos mantienen activos, alerta, despiertos… Y eso, en cierta medida, es estimulante.

Muchas personas se estresan porque no tienen medida. Es decir, no saben dónde están sus límites y, cuando se entusiasman con algo, empiezan a añadir más y más cosas a su carga laboral, profesional, personal… Aprietan el acelerador hasta que empiezan a derrapar. Debo confesarlo: me incluyo en este grupo de personas.

Después, aunque ya no sea tan agradable, ya no podemos prescindir de esa sensación de agitación interior. Necesitamos siempre ir a cien por hora, incluso cada vez más. Por un lado quisiéramos parar, pero por otro, es como si una fuerza irresistible nos llevara. Actuamos compulsivamente y nos lanzamos de cabeza a la acción, sin pensar dos veces. Y a lo mejor no es necesario correr tanto, ni hacer tanto, ni a esa velocidad. El estrés, como la velocidad, engancha. Cuando ya estamos muy atrapados, nos cuesta reconocerlo pero es la dura verdad: no queremos dejarlo. Necesitamos estar estresados. Necesitamos la velocidad, la presión, la prisa. Hay otras personas, es duro decirlo pero sucede, que “necesitan” estar ansiosas y angustiadas siempre. Si no tienen problemas, los generan. Necesitan que en su vida haya drama y conflicto, porque quizás así se sienten más vivas.

Es el cuerpo, nuestro amigo fiel y sufrido, el que nos hace parar con sus avisos. Primero lo intenta a buenas, de mil maneras. Todos esos síntomas y molestias más o menos pequeñas que vamos sufriendo son señales. Los trastornos digestivos son indicadores estrella. Hay muchos otros, desde problemas de piel y dolores musculares hasta hipertensión arterial. Pero si no hacemos caso… finalmente el cuerpo se declara en huelga y se desploma. Es cuando caemos enfermos, o cuando nos da un ataque, un infarto, un bajón inesperado y ¡pataplám! Tenemos que parar de golpe, y a veces durante un tiempo largo.

Continuaré hablando de este tema en las próximas entradas. Pero, en esta, quiero dejaros con esta idea: la adicción al estrés puede ser muy atractiva. Sobre todo si os gusta vuestro trabajo y vuestra actividad. Pero los excesos son peligrosos. Al final, lo que te entusiasma puede convertirse en una trampa y aprisionarte en sus redes. Entonces ya no es tan divertido. Vale la pena pararse a pensar. A dosis demasiado grandes, lo que te da vida te la puede quitar. Recordemos aquella máxima de los sabios griegos: Nada en exceso.

Equilibrio en todo... Nada con exceso.

viernes, 17 de mayo de 2019

Escucha a tu cuerpo


Para las personas que tenemos estómagos delicados, la digestión a veces se convierte en un quebradero de cabeza. ¿Por qué ayer me encontré bien y por qué hoy he hecho una digestión desastrosa? ¿Qué me sienta bien y qué me sienta mal? ¿De qué depende?

En la medicina oriental, que mira la totalidad de la persona y su relación con el entorno, se habla de «escuchar al cuerpo». Los médicos del ayurveda no hablan de dietas, sino de qué alimento conviene a tu cuerpo. Hay que entender que cada persona es diferente y tiene unas necesidades. No necesita comer lo mismo un bebé que un joven estudiante, o una embarazada que un anciano. No vale la misma dieta para un atleta que para un administrativo. No tienen las mismas necesidades físicas un leñador que un comercial o un informático… Además, está la genética de cada cual, el lugar donde naciste, cómo te has criado, qué alimentos son los propios de la tierra en que vives, en tu cultura. Está el clima de tu país, tu entorno y el tipo de vida que llevas, además de tu situación familiar y emocional. ¡Son muchas cosas a tener en cuenta!

Así que, para no volverte loco, el método más fiable es dejar a un lado dietas, modas, consejos y prescripciones y escuchar al único que no te engaña, y que siempre te dará señales ciertas: tu cuerpo.



Como dice un sabio hindú, la comida no puede depender de tus ideas, tus creencias, tus convicciones religiosas o políticas, ni tampoco de las modas nutricionales, que cada cierto tiempo varían… La comida tiene que ver con tu parte física, y no hay vuelta de llave. Lo que necesita tu cuerpo, lo que te pide, es lo que debes comer.

Aquí hago un inciso: muchas veces, lo que creemos que «nos pide el cuerpo» es una trampa de la mente: ¡las adicciones! Si eres adicto a una comida o bebida, quien te pide eso no es el cuerpo, sino la mente tramposa. «¡Lo necesito! No puedo vivir sin...» Porque el cuerpo, como veremos, es muy sincero y no se deja engañar. , quizás sí.

Escucha a tu cuerpo. ¡Es fácil de decir! Pero no todos sabemos hacerlo, y aquí me incluyo. Porque el cuerpo habla, siempre, pero no siempre lo escuchamos. No te va a hablar con palabras inteligibles, ni te enviará una inspiración intuitiva, ni un mensaje telepático… Nada de eso. El cuerpo te habla con lo que es y con lo que tiene: lo físico. El cuerpo te hablará a través de los cinco sentidos, con sensaciones, con reacciones, con bienestar o con dolor.

¿Cómo te sientes?


Así que el consejo es: párate un momento a observar. Comes. ¿Cómo te sientes después de comer? ¿Y al cabo de una o dos horas? ¿Y al cabo de cuatro?

Si te sientes mal, si te duele el estómago, se te hincha, tienes gases o eructos, ¡protesta inmediata!

Si no tienes dolor, pero te entra somnolencia y necesitas dormir una siesta, tomar un café o quedarte frito en el sofá, ¡el cuerpo está agotado! Lo que le has metido no le da la energía que se supone que debería aportar el buen alimento, al contrario, estás invirtiendo buena parte de tus fuerzas en digerir todo eso.

Si al cabo de unas horas de comer se te infla la barriga y tienes cualquier tipo de dolor, naúseas o incomodidad, es que tus intestinos están declarando la guerra. ¡No queremos más de esto!

Si dejas de evacuar y se te cierra la tripa con un estreñimiento, otra señal: has bloqueado o dañado el tránsito intestinal con algo que tampoco le sienta bien. Y si tienes diarrea, lo mismo: ¡tu cuerpo está expulsando todo eso con urgencia!

Como ves, los mensajes del cuerpo son clarísimos y evidentes. Es imposible ignorarlos. Los sentimos y los sufrimos. El problema no es que no lo oigamos, ¡claro que lo oímos! El problema es que no hacemos caso. Es como si intentáramos ignorar a un niño que llora. Al final, el niño llorará más fuerte, berreará y pataleará, hasta que nos obligue a dejarlo todo para ver qué le sucede. El cuerpo hace igual. Si no le hacemos caso, aguantará un tiempo, hasta que no pueda más y nos obligue a parar. Lo malo es que el parón, a veces, es grave y peligroso.



Escucha las señales


En clave digestiva, nuestro cuerpo es una buena guía. ¿Qué comer? Observa qué te sienta bien y haz la lista de alimentos que:
-        Te hagan sentir ligero y ágil después de comer: son los que te dan energía.
-        No te produzcan somnolencia, sino vitalidad.
-        No te causen tristeza, depresión o bruma mental, sino que te animen y te hagan sentir alerta.
-        Puedas digerirlos en un periodo de una a dos horas, no más de tres. Si tardan más, producirán fermentaciones y problemas. ¡Esta es una buena pista!

Descarta todo lo demás. Pero ahora hay que hacer una salvedad. ¡Las mezclas!

Ojo a las mezclas


Evita mezclar más de dos o tres alimentos en cada comida. Esta es otra regla ayurvédica muy antigua y sabia. Hay alimentos estupendos si se toman solos. Pero si mezclan con otros, pueden ser difíciles de digerir y causar putrefacciones internas. Es lo que ahora se conoce como incompatibilidades de alimentos. Pueden ser buenos, pero no casar bien juntos. Es preferible separarlos y tomarlos en comidas diferentes.

Aunque ya he hablado de este tema, recuerdo las reglas más básicas para no provocar mezclas explosivas:

-        No mezcles más de un tipo de almidón: arroces con otros cereales, arroz con patatas, arroz con pan, pan con patata, patatas con legumbres, etc. Si echas un puñadito de legumbres a la verdura o al cocido, que sean pocas.
-        No mezcles alimentos altos en proteínas con almidones: carne con patata, pescado con arroz, pan con jamón, huevo con patata, legumbres con carne, etc.
-        Menos aún mezclar potentes proteínas: carne con queso, huevo con carne, pescado con huevo o carne con pescado. ¡Una bomba!
-        No mezcles la fruta con NADA. Siempre sola. Sus azúcares mezclados con otras cosas producen fermentación y gases seguros.
-        Es mejor no tomar lácteos, pero si los tomas, igual que la fruta. No los mezcles con nada.
-        No mezcles crudo y cocido si tienes el intestino muy delicado.
-        No mezcles bebidas dulces de ningún tipo con otros alimentos.

Por supuesto, hay personas que digieren piedras y aseguran que estas mezclas no les afectan. Al menos aparentemente. Conozco personas que se sienten felices hartándose de comer cosas que les gustan y dicen no tener problemas. Pero tienen vientres hinchados y mil problemas: de circulación, de huesos, de respiración, de piel, tumores… El sistema digestivo no les protesta, pero el cuerpo sí, de otras maneras. A las personas que digerimos con dificultad, el estómago y la tripa nos están haciendo un favor: nos avisan de inmediato y son nuestra primera señal de alarma para que aprendamos a comer bien. Y esto nos ayudará a conservar la salud. Recordad: la salud empieza en el intestino…